jueves, 3 de abril de 2008

Llegando a Londres

Mi tarea en Londres iba a ser cuidar a las tres nenas de mi prima Alejandra: Denise de 9 años, Micaela de 4 y Tanya de tan sólo 1 año y 9 meses. Cabe destacar que yo soy hija única, es decir que muy lejos estuvo de mí la experiencia de tratar con niños frecuentemente. Al no tener hermanos tampoco hay sobrinos, entonces estas tres criaturas iban a ser, definitivamente, las encargadas de abrirme la puerta al maravilloso mundo de la infancia.
Llegué al London City Airport el 24 de Junio, mi prima demoró algunos minutos en venir a buscarme, en el ínterin un guardia de seguridad no perdió el tiempo y se acercó a hablarme en términos confusos e intenciones no muy claras. Aún no sé si fue mi perfil de extranjera descolocada lo que lo motivó a venir a interrogarme o algún tipo de interés romántico. Por suerte la llegada oportuna de Alejandra desarmó sus planes de demorarme, ya sea por sospechosa o para invitarme a salir. Luego de los besos y abrazos de rigor llegamos a Enfield Town en el mismo taxi que Ale había utilizado para venir. Fue Tanya, la más chiquita, la primera que conocí. Más tarde llegaron de la escuela Miky y Denise. El primer día, y seguramente por efecto del Jet Lag dormí muchísimo pero en las jornadas posteriores logré ponerme a tono. Tenía una semana de “entrenamiento” hasta la partida de mi prima a España para aprender las rutinas de las nenas, ya que nos esperaba un mes de convivencia sin su mamá. También estaba el papá, Renato, pero como trabajaba de noche y necesitaba descansar de día era imprescindible mi presencia, tanto para prepararles el almuerzo como para ira buscar a las más grandes a la escuela.
Con Tanya conocí más dibujitos que los que suponía que existieran, aprendí a cambiar pañales, a cocinar para un bebé y a lograr que duerma la siesta sin que sea su mamá la que la lleve a acostar. Con Micaela vi “La Momia regresa” una y otra vez, aprendí las canciones de “Chitty chitty bang bang” con Dick Van Dike y acopié dosis extra de paciencia ya que contrariamente a lo que yo pensaba, fue ella la que más trabajo me dio.
Con Denise desarrollé el vínculo más lindo que pudiera existir entre un niño y un adulto, ella era mi amiga, mi sobrina, mi confidente y mi protegida. Nos reíamos mucho juntas y cada noche nos quedábamos charlando y comiendo helado del gusto “stripe raspberry”. A su vez, Denise era mi vocera y traductora, ya que si bien tengo mis conocimientos en el idioma inglés convengamos que los habitantes de Londres no se destacan por su hospitalidad ni por el empeño que ponen para comunicarse con los extranjeros.
Más allá de lo maravillosa que resulta tamaña experiencia de viaje, y que Londres fue mi plataforma para saltar a Paris e Ibiza, lo que no puedo dejar de extrañar invariablemente y en quienes pienso cada día es en las nenas. Un viaje de ternura a flor de piel y entrenamiento infantil full time. No queda más que agradecerle a mi prima Ale por tenerme en cuenta después de 20 años sin vernos para dejarme a sus hijas a mi cuidado. Les puedo asegurar que mis recuerdos de ese entonces no tienen precio y cada tanto me emociono viendo los Teletubbies o La Momia Regresa, siempre anhelando un pronto reencuentro.

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